Arte y Espectáculos

Regresa la Escuela de Espectadores: “El ocio está alejado del valor del teatro”

Pablo Mascareño, periodista y docente de la Escuela de Espectadores, contó cómo capitalizó el grupo los dos años de pandemia y de actividad virtual, definió a un buen espectador y habló de la necesidad de formar públicos en una ciudad teatrera como Mar del Plata.

“No solo pensábamos el arte, sino la nueva posibilidad expresiva desde los anclajes tecnológicos”. Así resumió Pablo Mascareño el trabajo que significó para la Escuela de Espectadores los dos años de pandemia, tiempo en que este grupo siguió reuniéndose de manera remota, a través de las plataformas virtuales.

Podría parecer una contradicción: el teatro es una actividad que se produce en tiempo real, de manera cercana, sin embargo el parate mundial obligó a reinventar la antigua disciplina y, por ende, ese fenómeno afectó a una escuela como ésta, que enseña a mirar mejor el arte dramático.

Ahora, tras esa experiencia diferente la escuela vuelve a “abrir su puertas” de manera presencial, como siempre en el Teatro Auditorium. El espacio que lleva adelante Mascareño celebrará el reencuentro una vez por mes. En junio, será mañana a partir de las 17 en la sala Gregorio Nachman.

“Como sucede en todos los ámbitos que vuelven a la presencialidad -analizó Mascareño-, luego de la tarea virtual impuesta por la pandemia, el desafío está centrado en canalizar las nuevas experiencias para poder incorporarlas al corpus de estudio”.

El periodista y docente, que sigue los lineamientos de la escuela que propone el teórico Jorge Dubatti, entendió como sustancial “capitalizar” lo sucedido en pandemia, esos “dos últimos años tan inusuales”.

En ese sentido, sabe que alumnos y alumnas “no sólo han apelado a la tecnología para poder tomar las clases” en esta escuela, sino que se nutrieron de lo virtual “para vincularse con las diversas expresiones artísticas que se sostenían en lo que llamamos el ‘tecnovivio’, es decir, la aplicación de los soportes tecnológicos como generadores de nuevas poéticas”.

Se refiere al famoso teatro a través de la pantalla, con su amplia grilla de ofertas que fue furor en plena cuarentena y que dividió aguas entre los mismos teatristas. Por un lado aquellos que lograron adaptarse y crear obras en estas nuevas condiciones y, por el otro los más puristas, defensores de la actividad teatral como una de las pocas expresiones que sucede cara a cara, en vivo, sin elementos que interfieran.

“El teatro se define en el convivio presencial, pero ello no invalida las nuevas posibilidades expresivas que se anclan en un soporte tecnológico. Como ejemplo, se podría mencionar al Teatro Auditorium, espacio que se valió de la virtualidad para seguir vinculándose con los espectadores, al Teatro Nacional Cervantes que lanzó el proyecto Nuestro Teatro, ofreciendo obras en carácter de estreno que fueron registradas en la sala María Guerrero, o el ciclo Modos Híbridos del Complejo Teatral de Buenos Aires que vinculó las artes escénicas con la realización audiovisual. Adentrarnos en todas esas experiencias fue el desafío y el aprendizaje de este tiempo”, agregó.

Tras once años de clases en Mar del Plata, Mascareño contó que en la actualidad “alrededor de trescientos inscriptos” son parte de esta original experiencia. “Es una de las escuelas más numerosas y de mayor antigüedad del mundo, luego de la de Buenos Aires”, aportó Mascareño, quien es vicepresidente de Aetae (Asociación Argentina de Espectadores del Teatro y la Artes Escénicas).

-¿Cuándo te parece que una persona es una buena espectadora o buen espectador?

-El espectador nunca termina de obtener su título final, ya que, permanentemente, aparecen nuevos campos de conocimiento y áreas de trabajo a explorar. La formación es una tarea que no tiene un punto final, fenómeno que no solo se da con los espectadores. Desde ya, el espíritu crítico es un rasgo esencial de un buen espectador. Además, ese espíritu crítico tiene que estar amparado en el estudio, la observación, la curiosidad y la asistencia regular al teatro.

-El teatro independiente es un movimiento muy activo desde las propuestas que tiene para ofrecer. ¿Qué ocurre con el público? ¿Urge que se apliquen políticas para formar públicos?

-Los asistentes a la Escuela de Espectadores priorizan y valorizan la actividad teatral independiente de la ciudad. Allí reside el semillero, el laboratorio, el surgimiento de nuevas estéticas, la posibilidad de recurrir a los clásicos desde una mirada diferente. Esa es nuestra valiosa materia prima de estudio. La libertad con la que trabaja el ámbito independiente, sin condicionamientos (más allá de los apremios económicos), es germen para el surgimiento de los verdaderos valores teatrales. Tampoco se debe ignorar la tarea ineludible del Teatro Auditorium ni las valiosas propuestas que también acerca la escena empresarial. En cuanto a la formación de públicos, hace más de veinte años, Dubatti creó la Escuela de Espectadores en Buenos Aires y generó un verdadero fenómeno de asistencia y permanencia, y con un “efecto contagio” en numerosas ciudades de la Argentina y también en México, Chile, Bolivia, España, Colombia, Uruguay, Francia, entre otros sitios. El espectador sabe que debe formarse para poder desarrollar ese espíritu crítico del que hablábamos y las Escuelas de Espectadores son una herramienta fundamental en ese aspecto.

-¿Qué entrega el teatro como actividad artística, frente a todo el menú de propuestas de ocio que se ofrecen en diversas plataformas?

-El ocio está alejado del valor del teatro. La escena, como dice Pompeyo Audivert, es un espejo y, a la vez, un piedrazo en ese espejo. Vamos al teatro a vernos y pensarnos, a empatizar y a que nos interpelen. Es una experiencia aurática, convivial y, nuevamente como dice Audivert, hasta metafísica.

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